miércoles, 3 de febrero de 2016

LAROYA: "OTRA NARRACIÓN SOBRE LOS MISTERIOSOS FUEGOS"

OLULA DEL RÍO
Comarca

LAROYA:
“Otra narración sobre los misteriosos fuegos”


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Los denominados como “Fuegos de Laroya”, sería un fenómeno paranormal más relacionado en este caso con las “combustiones espontáneos” que con las luces populares y ocurrido en dicho municipio almeriense de Laroya. El 16 de Junio de 1.945, sin que nadie supiera la causa, arden varias casas y enseres en distintos puntos del municipio especialmente en la sierra de aquel pueblo. Uno de los primeros episodios tuvo lugar en las inmediaciones del “Cortijo Pitango”. Las ropitas de una niña M.M. de 12 años comenzaron a arder de forma inexplicable. Esa misma tarde, en el “Cortijo Franco” ardió el trigo y algunos aperos de labranza. La Guardia Civil de Macael fue informada de lo que acontecía y fueron muchos de sus miembros testigos en repetidas ocasiones de lo que acontecía tras las denuncias de los vecinos. Uno de los oficiales. El teniente Antonio Arribas, vio como ardió su abrigo cuando iba a colgarlo en la percha de una de las viviendas afectadas.
Cuando los “fuegos” se fueron extendiendo por la zona, la prensa nacional se hizo eco de la noticia. El “Correo de Andalucía” y “A.B.C.” incluían en sus páginas extensos reportajes sobre el evento. Don José Cubillo Fluiters, empeñado en demostrar que los fenómenos podían explicarse con los recursos que la ciencia ponía a su alcance y equipado con un complejo instrumental iba de un lado a otro, haciendo mediciones y tomando nota de lo que observaba. Sin embargo, el escéptico científico tuvo que ver como todo su equipo ardía delante de sus ojos, sin que nada ni nadie pudiera evitarlo.
El informe oficial con fecha 30 de Junio de ese mismo año, relacionaba los motivos descartables: Los sucesos no habían sido originados por actividad volcánica, ni por trastornos geológicos que hubieran dado lugar al desprendimiento de materias en ignición ni gases inflamables. El origen de los incendios no se hallaba en manifestaciones internas ni superficiales del terreno. Tampoco cabe achacar la causa a fenómenos eléctricos ni a la ionización de la atmósfera, ni a efectos térmicos de radiaciones solares. En resumen, no había una causa definida a la que pudiera achacarse todos los sucesos ocurridos y debió desecharse, desde el primer momento, toda sospecha de que fueran provocados por la mano del hombre. Cuando la reiteración de los incendios dejó de ser noticia, los periódicos dejaron hablar del acontecimiento, aunque las gentes del pueblo siguieron sufriendo sus consecuencias durante mucho tiempo después.



Juan Sánchez-ENERO-2.016

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