OLULA DEL RÍO
Comarca

“DEL CANDIL A LA LUZ ELÉCTRICA”

Yo nací en la era del candil y bien crecido conocí la luz eléctrica. Por eso recuerdo bien la primera y me encandilé con la segunda.
El candil, sucesor metálico de las lucernas de terracota romanas, era el más humilde de los instrumentos de iluminación con que cotábamos en mi infancia. Con su mecha o torcida (“torcía”) empapada de aceite como combustible. El uso continuo del candil generaba que el extremo de la torcía donde se generaba la llama había que espabilarla para que alumbrara mejor. Esto se llamaba “espabilar el candil” y consistía en quitarle esa parte quemada del algodón para que iluminara más intensamente.
Consistía el candil en un recipiente metálico en forma de cajita cuadrada o redonda con paredes poco hondas donde se vertía el aceite como combustible y con una especie de canalito en cada esquina que permitía colocar la mecha en alguno de ellos, los redondos y cerrados sólo tenían una apertura por donde se introducía el cordón de algodón que hacía de mecha. Una vez cargado el combustible e introducida la mecha dejando un trocito fuera, se prendía con una cerilla y ya estaba dispuesta para alumbrar. Era la fuente de luz nocturna, a falta de otras más potentes, muchas veces por falta de recursos económicos en los hogares humildes.
Normalmente los más económicos y sencillos los hacían los gitanos de forma artesanal utilizando latas usadas en otros menesteres y había en la Comarca verdaderos expertos hojalateros. El último artesano de la lata y del esparto en Olula ha sido Luis “El gitano” marido de la Piedad. Ambos por desgracia ya no están con nosotros. Este trabajo casi exclusivo de la etnia gitana era muy valorado por las personas que lo necesitaban. Se vendían por encargo o bien en los puestos de los mercados. Luis además de candiles era experto en tapaderas, embudos, alcuzas,
trébedes, tenazas para avivar el fuego de la chimenea, paneros…
En los Filabres también se utilizaban los candiles con fines funerarios. Para velar a un difunto e iluminar suficientemente la estancia donde estaba instalado el féretro se colgaban bastantes candiles encendidos por los cuatro canales por lo que había que repostarlos de aceite varias veces durante el velatorio debido a su alto consumo.
Recuerdo además, que muchas veces de noche para subir a las cámaras o para ir al corral me encomendaban la tarea de portar el candil. Yo, con cinco o seis años llevaba torpemente la fuente de luz y se me apagaba con frecuencia ante cualquier corriente de aire lo que irritaba sobremanera a la persona mayor que acompañaba. Por otro lado, al desplazarme la tenue y oscilante luz, hacía que los objetos alumbrados proyectaran sombras móviles que me hacían pasar mucho miedo pues imaginaba fantasmagorías y monstruos que me podían hacer daño. Especial cuidado había que tener cuando por cualquier circunstancia había que subir de noche al pajar aunque mi abuelo para tales circunstancias se había aprovisionado de un farol también de lata con cuatro caras de cristal transparente que irradiaba la luz de una vela colocada en su interior y que además le servía para regar por la noche cuando la “tanda de riego” le correspondía durante esas horas. Las familias pudientes podían tener candiles hechos de materiales más nobles tal que hierro, bronce e incluso de plata.
Según tengo entendido, se conoce este método de alumbramiento desde el siglo X antes de Cristo. Fue reemplazado en el Siglo XVIII por la lámpara de Aimé Argand allá por el año 1.780 Más tarde apareció la lámpara de queroseno y por último la luz eléctrica que consistía y consiste en hacer pasar la corriente por un filamento metálico encerrado al vacío dentro de una ampolla de cristal. Al pasar la corriente por el filamento este se pone incandescente y genera gran cantidad de luz artificial. Hoy día se tiende a tener iluminación “led dicroica" que está desplazando a las bombillas incandescentes tradicionales y a las halógenas convencionales puesto que reducen el consumo energético hasta en un 80% y ofrecen mayor nitidez, luz uniforme, no emiten calor ni rayos ultravioleta y su “vida útil” es sensiblemente mayor que todas las anteriores.




Juan Sánchez-FEBRERO-2.016