LULA DEL RÍO
Comarca

ALBOX:
“El reloj del tío Rebanizas”

Angel Rueda Martínez
De su libro “Cuentecillos de los Filabres”

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Ni que decir tiene, que la vida de los arrieros, ha sido siempre, una vida errante, de ahí viene la palabra arriero.
Buena muestra de arrieros dio siempre el pueblo de Albox, y, como cualquier otra profesión, también tiene sus anécdotas.
Personajes como David Galera, El Tío Pepe El Largo, El Longo, etc., recorrieron la Comarca con sus burros, mulos o caballos, comprando, vendiendo o cambiando género como: huevos, pollos, gallinas, pieles de conejo o corderos y otros sinfín de artículos.
Un buen día, llegó nuestro amigo David a un pequeño pueblo de la Sierra de los Filabres llamado Tahal, y, después de hacer su recorrido por las diferentes tiendas o casas que le ayudaban en la recolección de huevos, se hospedó en la posada del Tío Antonio “El Rebanizas”. Cenó, junto a otros huéspedes. Participó en la tertulia de la velada, junto al fuego de la chimenea y a la hora de acostarse advirtió al Tío Antonio que pusiera el reloj para llamarle a las seis de la mañana ya que debía salir temprano para poder continuar su recorrido al día siguiente, por los pueblos de Macael, Olula del Río y Cantoria.
El Tío Antonio sonriendo dijo: -¿Qué reloj? ¡Aquí no tenemos reloj! Pero no se preocupe, que tengo un gallo, que es mejor que un reloj. Canta a las cinco en punto, a las cinco y media, a las seis, a las seis y media, a las siete, a las siete y media, a las ocho, a las ocho y media… Es una fiera, eso si que es un reloj.
¡Bueno! -dijo David- A mí con que me llame a las seis de la mañana tengo bastante, use Usted el reloj que quiera.
A otra mañana, nuestro amigo David, se despertó, se levantó, miró por la ventana y según la situación del sol, calculó que serían por lo menos las ocho. Extrañando mucho que no le hubiesen llamado, aparejó su mulo, cargó los capachos de los huevos, entró al corral y cogió de entre las gallinas, el gallo más grande que encontró. Pesaba lo menos cinco kilos, era “Colorao” y seguro que tendría unos siete u ocho meses de edad, eso en un gallo, siete u ocho meses, comiendo, engordando, y casándose es lo que hace de él, un manjar exquisito, cuando se revuelve en la sartén con su correspondiente aceite de oliva, ajos, pimientos, tomates y arroz, aparte de otros condimentos.
Pues bien, nuestro hombre, metió el gallo en uno de los capachos, después de haberle atado las patas con una cuerda, se montó en su mulo y emprendió su marcha.
Serán aproximadamente las diez de la mañana cuando en el camino, a las alturas de las Umbrías del Cerro Mes, se encontró con el Tío Pepe El Lila, que caminaba en dirección a Tahal.
Después de saludarse y cambiar impresiones, a la hora de despedirse -dijo David:
-¡Pepe! ¿Vas a dormir esta noche en la posada del Tío Rebanizas?-
-¡Pues sí! -contestó el Tío Pepe- Y continúo diciendo -Es que mañana quiero hacer la ruta de Alcudia, Chercos, Albanchez y Líjar-.
-¡Mira! -dijo David- Si no te importa, le dices al Tío Antonio, que me he llevado el reloj para arreglárselo…



Juan Sánchez-NOVIEMBRE-2.015