lunes, 3 de agosto de 2015

"NUESTRO TRAJE TÍPICO"

OLULA DEL RÍO
Comarca

“NUESTRO TRAJE TÍPICO”

La Opinión de Almería
Juan Miguel Galdeano Manzano
Jesús Muñoz


Si a usted le preguntan cuál es el traje típico y tradicional del Alto Almanzora, ¿Qué respondería? Seguramente que no existe, o que es el común a toda Andalucía. Puede sentirse usted afortunado por ser uno de los miles y miles de almerienses a los que la Junta de Andalucía ha conseguido engañar durante treinta años.
Permítame que se lo explique. Durante estos años de autonomía, la Junta no ha tenido mejor que hacer que favorecer los tópicos andaluces de las sevillanas, el flamenco, el traje de faralaes y el arriquitáun. Pero claro, todo ese folclore “andaluz” nunca había sido típico en Almería.
Y es que debe saber que nuestros trajes típicos no son el de flamenca ni el corto. El traje del Alto Almanzora procede de los atuendos que solía llevar la población de esta región de manera habitual en siglos pasados.
El traje de los hombres estaba compuesto por un calzón que llegaba hasta la rodilla, podía ser blanco o negro, y que se le conocía con el nombre de “zaragüel”. Tenía muchas similitudes con muchas otras zonas del Mediterráneo, puesto que compartía el acervo cultural de esta franja de la Península. El pantalón se sujetaba en la parte de la cintura por un fajín que rodeaba el cuerpo y que en su origen servía para proteger esa parte del cuerpo. La camisa era blanca y sobre ella se colocaba una chaquetilla de color negro.
Para las mujeres, el traje tradicional era al que se le conocía como “refajona”, nombre que proviene de la falda comúnmente conocida como “refajo”. Esta prenda podía variar en el tipo de tela según la época del año. De algodón en tiempo de calor y de lana cuando la temperatura era rigurosamente fría. Siempre iban bordadas con profusión de motivos de múltiples colores. Se hacía con una pieza de 5 metros de vuelo plisado que llegaba hasta la altura del tobillo. Uno de los complementos más llamativos era el “mantón” con flecos pequeños que cubría los hombros e iba cruzado por la cintura. El pelo se peinaba con un moño de pleita en la parte posterior, o dos moños (rodetes) adornados con flores y peinetas. Otros complementos eran un delantal de encaje blanco bordado. Para la piernas, unas medias blancas y zapatillas con suelas de esparto y atadas con cintas de diversos colores predominando el negro y el rojo.
Nuestro traje regional data del siglo XVIII igual que el de la mayoría de atuendos de las diferentes comarcas y regiones españolas. Cada cual reflejaba las características propias de la zona. Al llegar la industrialización, provocó la producción en cadena de las prendas de vestir. Esto, unido a la mejora de los medios de transporte hizo que se fuera imponiendo la uniformidad en la vestimenta en todo el solar patrio y que mantenemos hasta hoy. Para que no se perdiesen en el olvido esta tradición en el vestir de nuestros antepasados, a finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX se empezaron a recoger todas estas tradiciones en el vestir en un intento de no perder la identidad y como símbolo diferenciador y de orgullo territorial.
Y…¿por qué el traje de flamenca invadió nuestra Comarca?
La respuesta es sencilla. Estábamos a principios del Siglo XX, la Exposición Iberoamericana de 1.929 celebrada en Sevilla dio una imagen mundial del traje de “gitana” asociando este traje con la gran difusión del “flamenco”. Ambos recursos folclóricos se generalizaron dando un gran salto de sus fronteras locales.
El traje sevillano se empezó a expandir y a asimilarse fuera de nuestras fronteras como el traje folclórico español en detrimento de cualquier otro regional.
Tras la Guerra Civil, el régimen franquista intentó crear una uniformidad nacional borrando cualquier diferencia regional y para ello impuso el traje sevillano.
Los turistas de los años 60 veían trajes de “flamenca” en cualquier punto de España: en un “tablao flamenco” de Madrid, en cualquier fiesta alicantina o en los saraos de Palma de Mallorca.
Posteriormente llegamos al proceso histórico de la Transición Política y a la creación de las Autonomías. Se vuelven a impulsar y a recuperar las peculiaridades regionales y locales. El uso del traje de faralaes quedó restringido al ámbito andaluz. Sin embargo en Almería no ocurrió esto. Almería fue introducida a la fuerza en el ámbito andaluz. Los políticos no tuvieron en cuenta nuestras diferencias lingüísticas, culturales, históricas, climáticas o económicas. Almería fue obligada a asimilar una cultura ajena que no era la propia. Sevilla con su ambición absorbente nos impuso el sentir andaluz. Perdimos nuestro arraigo propio imponiendo para ello una política educacional y cultural donde se imponían unos modelos estandarizados para el ámbito de las ocho provincias.
Así es como poco a poco el traje de “refajona” y otras señas folclóricas tan almerienses como por ejemplo el “Fandanguillo de Almería” han caído prácticamente en el olvido siendo desconocidos por la mayoría de la población almeriense. Sólo algunos grupos folclóricos de distintos municipios tratan de recuperar hoy su folclore y simbología local. Hemos de luchar incluso con los políticos almerienses que siguen tratando de imponer modas regionales que resultan forzadas en la colectividad social y que no terminan de ser asimiladas y cuajar en el conjunto de la ciudadanía de la provincia. En nuestra tierra podemos comprobar que no se intenta promover nuestra cultura mas bien las autoridades se rasgan las vestiduras y aúnan esfuerzos para importar e imponer modelos foráneos que no nos identifican. Esperamos que el paso de los años cambie el rumbo y nos demos cuenta de que Almería necesita recuperar su propia identidad si quiere mirarse orgullosa de si misma en el futuro.

P.D.-He refundido dos textos de autores diferentes para dar forma personal a esta crónica.




Juan Sánchez-JULIO-2.015

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