OLULA DEL RÍO
Comarca

Macael:
“VIAJE DE IDA Y VUELTA”

Andrés Molina (Profesor Técnico de Oficina de Proyectos de Construcción)

*IDEAL ALMERÍA 31/07/2.015

Las sillas van quedando vacías, las mesas con el papel mojado de licores y migajas de dulces descansan del bullicio de la boda. Un tuno apenas acierta a anudar el cordón de su zapato, su laúd colgado a la espalda retuerce una cuerda partida en el bis de Clavelitos.
En la terraza dos críos apuran un culo de naranja de las Mirindas, calentujos por el sol de las cuatro, el jazmín compite en verdor con el galán de noche, la parra con sus ganchas casi maduras se entremezclan con la hiedra, el saco de garbanzos torraos en un rincón deja el polvo del yeso y un bocadillo a medio morder en un plato con aceite de anchoas son el remanso de las avispas que libran la trampa del parral.
Me asomo a la cuesta y veo el velo de la novia calle abajo, la chaqueta negra del marido cuelga del hombro, los padrinos despiden a la nueva familia subidos en su montura y en difícil equilibrio por el exceso de vino.
El sábado por la tarde invita a una siesta después de las nupcias, los novios apenas tienen tiempo de quitarse el atuendo, la maleta nueva encierra parte del ajuar, calcetines, camisetas, calzoncillos y pañuelos Guasch bordados con la “A” cursiva. En la puerta el taxi de Martín espera impaciente para llevarlos a la estación Fines-Olula.
Las tablas de la placeta de la fábrica aguardan la vuelta, la última “serrá” está sin medir y los bloques comprados en la cantera la Australia bajarán pasados estos días.
El Catalán, puntual como siempre entra despacio, la maleta, el neceser y el portatrajes los lleva el hombre, la mujer luce su vestido azul de estreno, el carmín aún en los labios y entrelazando el peinado con granos de arroz, rauda sube al vagón con la bolsa de rafia repleta de bocadillos y agua.
Las horas han pasado rápidas, el matrimonio se mira tranquilamente preguntándose si su sueño se ha cumplido. Murcia llega pronto y Alicante está a un paso, el cansancio los vence y es mejor pasar la noche en la habitación de un hostal que sentados en el banquillo del tren. El calor abre la ventana dejando pasar la brisa del cercano mar, el cric-cric de un grillo y el olor a la lonja del puerto. La mañana despejada los devuelve al tren rumbo al norte.
Largas horas de sopor cesan con el silencio del monótono traqueteo de la vía, un primo aguarda en el andén, hace años que no se ven, su cara les recuerda al padre bajando de la cantera.
Barcelona abre sus brazos, las piedras de sus fachadas desaguan por las bocas del bestiario de gárgolas ideadas por el genio Gaudí, los trancadis coloristas reflejan el sol partido en trozos en los jardines del parque Güell, el Templo Expiatorio inconcluso eternamente, luce altivo en su fachada del Nacimiento el pelícano de mármol blanco. Piedras de Montserrat, de la catedral del Mar y del cementerio de Montjuic, cuántas vidas tallando figuras extrañas mirando al horizonte de calles y barrios. El día y la noche se confunden con la trama urbana, la familia acoge a los recién esposados deslumbrados por la gran ciudad. El mortero para la chacha Paca sale del bolso, aligerando el peso del encargo prometido hace tiempo, el desayuno se esconde tras la fuente de pan tumaca y café.
El estudio de fotografía a los pies de la Sagrada Familia abre temprano, los trajes de boda doblados en sus perchas acompañan a los novios a una sesión de álbum, el fotógrafo paciente ilumina los fondos colgados. La pareja sin nervios posa buscando su mejor perfil, el vestido se ciñe al torso de la novia apretado por la mano del cantero, en la esquina una rendija en la ventana deja ver una grúa elevando una columna cerca del cielo.
La Rambla, el Puerto, el barrio Gótico…tranvías y bicicletas…ultramarinos, tahonas y librerías, todo el paisaje es inmenso, gentes en movimiento de un lugar a otro, iglesias con olor a incienso, bares con olor a aceite, farmacias con olor a mentol…
Los días pasan rápidos, las fábricas del cinturón de la urbe demandan gran cantidad de mano de obra, incluso una oferta de trabajo en Brú para montar lavadoras tienta al matrimonio.
Macael está en el Sur, la Sierra limpia de nubes negras de chimeneas, de caminos de tierra sin adoquines, de bombillas pobres sin neones intermitentes de color eléctrico, sin casinos ni teatros, sin museos ni bibliotecas.
La ropa vuelve a la maleta, unos zapatos de charol rosa y un camafeo “feo”, una postal de la “Moreneta” y un libro de cantería de “Warland”, rellenan los pocos huecos.
El Miércoles el camino de hierro los devuelve al Almanzora, a la casa nueva, al agua del Cogoche, al taller cerrado, mañana comienza una vida allí…donde quieren estar los novios.



Juan Sánchez-AGOSTO-2.015