martes, 9 de junio de 2015

PARTALOA: "EL DÍA DEL FIN DEL MUNDO"

OLULA DEL RÍO
Comarca

PARTALOA:
“El día del fin del mundo”

El Párroco Don Francisco Serrano oficiaba unos ejercicios espirituales, cuando tembló la tierra en Partaloa. Fue el último terremoto de enjundia que se recuerda en la provincia: eran las 9.30 de la noche de un jueves 16 de marzo de 1.972 y casi todo el pueblo se encontraba en el templo de San Antonio, Se rajaron las cristaleras y la torre. Las losas se movieron como flanes y los de Partaloa salieron corriendo hacia sus casas. Una hora más tarde se repitió la sacudida con una magnitud 5 en la escala de Richter: se apagó la luz, se cortó el agua y, en medio de un gran griterío, como si se tratase de la cubierta del Titanic, los vecinos se apiñaron con cara de pavor en la pequeña plaza del pueblo.
Algunos creyeron que había llegado el Apocalipsis a esas montañas rubias de cereal. Vencejos y verderones huían de las copas de los árboles.
Los temblores duraron toda la madrugada. Ninguna familia quiso regresar a sus hogares viendo como se resquebrajaba la cal de las paredes y techos incluida la Iglesia que quedó hecha un Ecce Homo. Allí, bajo el cielo del Alto Almanzora, matrimonios, niños y ancianos pasaron la noche al raso, en los bancales, com miedo bíblico a esas sacudidas telúricas. Los enfermos fueron trasladados a Cantoria y a Albox. El alcalde, Fermín Moreno, partió varias patas de jamón y encargó cantidad de pan para dar de comer a los pobres damnificados.
Llegada la mañana después de una telúrica noche, hombres y mujeres se veían trajinar entre las numerosas ruinas intentando rescatar algo de sus modestos hogares afectados. Gracias a unos ladrillos se salvó la vida de un bebé que había quedado atrapado.
Pronto llegó Don Manuel Casares Hervás obispo provincial para prestar auxilio espiritual caso de ser necesario. Además see instaló un teléfono a las afueras de la villa. La OJE de Albox montó numerosas tiendas de campaña. El pueblo, en unas horas había perdido unas 160 viviendas.
Psicológicamente aún perdura este fatal recuerdo para un pueblo tranquilo, sencillo y trabajador. Aquella noche aciaga también les había hecho mucho daño económico y moral del que tardaron de recuperarse. La sensación de que se acababa el mundo fue real y bien fundamentada.


Juan Sánchez-JUNIO-2.015


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