miércoles, 17 de diciembre de 2014

"LA CULTURA DE LA PIEDRA"

                                                    OLULA DEL RÍO
                                                         Comarca

                                          “LA CULTURA DE LA PIEDRA”


• (Extraído del Dossier de Prensa 16/04/2.009).

Macael está relacionado con la cantería desde los tiempos más remotos. La cultura de la “Piedra” que ha llegado a la actualidad, es el resultado de una paulatina transformación que se inicia en el Siglo XVI y convierte a Macael en un pueblo de canteros. En el año 1.573, tras la expulsión de los musulmanes, una nueva población llega a Macael.

Algunos repobladores, siendo canteros en sus lugares de origen, vendrán atraídos por las canteras y la famosa piedra blanca de Macael.

La cantería, actividad entonces complementaria, ejercida por jornaleros o agricultores esporádicamente, irá desplazando a la agricultura y comenzará a atraer a peones y jornaleros a sus canteras. En el Siglo XIX, los primeros hitos en el desarrollo industrial de la Comarca del Mármol están unidos a dos fenómenos: Los telares hidráulicos y la implantación del ferrocarril Guadix/Almendricos, que se terminó en 1.895. A mediados de siglo, la extracción del mármol había aumentado en importancia, empujada por el aumento de la demanda y por el auge minero de todo el sureste peninsular.

A principios del Siglo XX ya se puede hablar de una “cultura de la piedra” totalmente establecida en Macael, En 1.905 la Comarca tiene 25 fábricas con cerca de 80 telares y, hacia mediados de los años 20, la mayor parte del mármol que se extraía se transformaba en tabletería en las serrerías de Macael, Fines, Olula del Río, Cantoria y Purchena.

Tanto en las canteras como en los talleres de elaboración, el corte y pulimento eran totalmente manuales. Las fábricas se ubicaban en los márgenes del Río Almanzora y de los arroyos de Macael o Laroya, y hasta el año 1.936 la energía utilizada por la industria transformadora era la hidráulica. Se había construido un sistema de acequias que aprovechaba toda la fuerza del agua como motor para aserrar el mármol, el agua, con este sistema movía las ruedas de madera que accionaban los telares.

Este sistema estuvo vigente hasta que en los años cuarenta, la primera pala que vino a la comarca, acabó a su paso con uno de los ancestrales sistemas de acequias que había estado surtiendo de energía a las fábricas hidráulicas (en el antiguo camino de las canteras), y así, como metáfora de la modernidad, un sistema acabó con el otro.

En el primer tercio de siglo, con un mercado creciente, la industria de Macael vislumbró importantes cambios en el sistema de producción.

Aparece la energía eléctrica como fuerza motriz en serrerías y talleres, los compresores gas-oil hacen trabajar martillos perforadores en las canteras, y el transporte se realizará en camiones en el ámbito interno y utilizando el ferrocarril o el barco para la exportación nacional.

La conciencia histórica del cantero acerca del valor de su trabajo está muy unida a la naturaleza noble del material, pero también a su consideración histórica, ya que a partir del Siglo XVI, como se puede ver en los contratos, los canteros no eran simples trabajadores sino que eran ellos quienes trataban los negocios con los arquitectos y constructores; además estaban las destrezas y conocimientos que debían demostrar.

Todas estas circunstancias además de las condiciones climáticas extremas a las que estaban sometidos, distinguían al oficio de cantero de otros oficios. El oficial cantero era el depositario de los conocimientos técnicos precisos para localizar y extraer el mármol, y socialmente era el centro de todos los oficios.

Llegar a ser oficial cantero requería de un aprendizaje de tipo gremial, en el que el niño adolescente realizaba labores auxiliares sin salario a cambio de aprender el oficio. Hacía pilarones, fregaderos y morteros, subía las herramientas a los canteros, la comida y el agua. La prueba que convertía a los aprendices en canteros era la realización de un mortero. Normalmente tenían que hacer dos, procurando que no se les rajase el mármol, que el vuelo del mortero fuese correcto, que no tuviese bozo, etc…

El aprendizaje del oficio de cantero quedaba reservado casi exclusivamente a los propios macaeleros; a los peones forasteros que querían iniciarse en la profesión se les hacía pasar por una fase intermedia: la de barrenero. Los niños que no eran aprendices, sino peones, sí ganaban algo, y como los de fuera les interesaba más ganar que aprender, generalmente los peones solían ser forasteros.

Los peones descombraban la cantera para permitir el trabajo de los oficiales. Los que trabajaban en los talleres como marmolistas o cincelistas se llamaban “pinches”. Su trabajo era más cómodo, pero peor remunerado. A los talleres llegaban las piezas en forma de pequeños bloques que eran transformados en baldosas, fregaderos, lápidas y cruces para los cementerios.

Frente a los pinches, el cantero se sentía absolutamente orgulloso.


DEDICADO A TODAS LAS PERSONAS QUE A LO LARGO DE LA VIDA HEMOS VIVIDO ESTAS EXPERIENCIAS.


Juan Sánchez 2.014

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