martes, 26 de agosto de 2014

"Va por tí José Torres" "PIEDRA VER DE OLULA"

  1. Nuestra actual Olula del Río es una pequeña ciudad al piedemonte de las Serranías Béticas, preñadas de mármol. Con su piedra Ver de Olula, milenaria roca que contempló y contempla el devenir de la historia, y los hombres que, día a día, la van haciendo.
  2. Ni que decir tiene, que esta esbelta roca albergó en sus hendiduras protectoras a las pequeñas hordas cazadoras musterienses que en ellas se defendían de los peligros naturales que les acechaban. 

  3. También, presenció el paso de los pueblos prospectores de metales que, a través del Valle del Almanzora, ojo avizor , recorrieron nuestra serranía en busca del preciado metal con el que fabricar útiles cotidianos e iniciar un amago de industria, allá por el II milenio antes de Cristo.

  4. Buen camino natural fue siempre el Almanzora, a través de él y enlazado con el Alto Valle del Guadalquivir, llegaron nuestros antepasados a las, en otro tiempo, lejanas costas tartéssicas, convirtiendo así nuestro Valle en una de las rutas comerciales más importantes en los albores de la época histórica. 

  5. Fenicios, helenos y púnicos dejaron su impronta en nuestras tierras y nuestra piedra debió ver, con admiración desbordante el paso majestuoso de las legiones romanas, destellos en sus lanzas, arrancados por el implacable sol, fuerte el trepidar de sus pasos sobre los cantos rodados milenarios del río, miradas altivas y vigentes. Observados, mezcla de admiración, envidia e impotencia por nuestros antepasados iberos escondidos tras cualquier matorral. 

  6. Pero, la historia sigue su curso sigue su curso; los hombres que la hacen mueren, los pueblos evolucionan, mas nuestra piedra sigue ahí, incólume, majestuosa, arrogante, despreciando al tiempo, sin miedo a la erosión…Un buen día, divisa en lontananza una masa amorfa, lengua torrencial que va avanzando por el curso del rio. Los aborígenes huyen aterrados, buscando la salivación en la ligereza de sus pies. Las hordas árabes, en feroz raccia, destruyen, saquean, matan… La Piedra llora, suenan gemidos en la noche negra, el viento de Poniente ulula en las hendiduras, viejas cicatrices que, a modo de cruces guerreras, la naturaleza otorga.

  7. Un feudo árabe se enseñorea de Olula. Baza, Huercal-Overa, Almería son otros tantos que jalonan nuestra geografía. El cristiano es sometido. Las cicatrices de nuestra Piedra se agrandan, cubriendo de luto sus escabrosas paredes. Un manto negro cubre la roca durante siete siglos, eterna noche sumida en el abismo de la desesperación, la rabia contenida aletargada en sus entrañas. La Piedra continúa su amargo llanto, sufre callada, lentamente.

  8. Tiembla el cauce del rio. Desde su atalaya la Piedra observa silenciosa y escucha el son monótono de pasos cansinos, de respiraciones jadeantes por esfuerzos sobrehumanos, de voces agrias de mando que, entre serpentinas de negros látigos, caen como hirientes bofetadas sobre esclavos cristianos. 

  9. Enormes masas marmóreas son arrastradas por el lecho del rio. El rey moro las precisa. Están haciendo la Alhambra entre gemidos de famélicos esclavos. La Piedra sufre y sus paredes multiplican el gemido, en vano grito de desesperación, que nadie escucha.


  10. Pero, el amanecer esta próximo, el sol asoma su ceja, pálida ceja de alba, sobre el negro manto de la vieja Piedra, y, esta se estremece como nunca recuerda haberlo hecho y ruborizada levanta un pico de su raido manto y mira en lontananza, como ha tiempo hizo; el rubor se convierte en osadía, ha llegado la hora de volver a lucir hermosas galas, el manto resbala a sus espaldas y es arrastrado por las aguas mansas del rio. En el horizonte van apareciendo caballeros cruzados y, como antaño, ahora son los invasores los que huyen despavoridos. La cruz de la espada pudo, al fin, con la afilada cimitarra y corto en dos la media luna.

  11. La Piedra exhala suspiros de alivio, el sol seca su rostro cansado los restos de lagrimas, el verde esperanza invade su cima y, sus paredes doradas al sol Poniente contemplan con alegría incontenida al cristiano labriego que esfuerza en abrir las entrañas de la tierra con su tosco azadón.

  12. Los días suceden a las noches como ley natural y la Piedra sestea, pero todo lo observa. No todo es alegría en su entorno, la Piedra sufre cuando sufre el agricultor y el pastor, la Piedra sufre cuando la lluvia que suplica se vuelve perezosa y banal la Piedra sufre cuando se abre el cielo, cuando sopla el viento, cuando la riada socaba su base y arruina la cosecha de sus amigos los hombres. La Piedra quisiera llorar y con sus lagrimas regar los sedientos campos, pero, sus entrañas están secas, al igual, que la vieja que sestea al amor del hogar, bajo la vacilante luz de un candil escaso en aceite y sobrado en años.

  13. La vida continua, el pequeño pueblecito es como un hijo echado a los pies de su madre amorosa que vigila atentamente. Los años van pasando las gentes siguen arañando la desagradecida tierra monótonamente, neolíticamente.
    Una mañana, no muy temprano porque la Piedra va envejeciendo y gusta de dormir al amor de los tibios rayos mañaneros oye a sus espaldas el chirriar de una vieja carreta de mohoso engranaje que, lentamente, movida por torpes bueyes, va zigzagueando perezosamente por un sendero tortuoso, que se pierde en la sierra… Poco a poco se va alejando perdiéndose difuminada entre el polvo del camino y el vaho que la tierra exultante desprende en la arbolada. 

  14. ¿Pobre loco humano? Se pregunta la Piedra. ¿Dónde irá tan de mañana? 

  15. Vuelve a dormir recostada sobre el rio su eterno dormitar. Al atardecer, de nuevo el chirriar de la carreta llega a sus oídos, vuelve indolente su cabeza y esboza una sonrisa compasiva; bajan los bueyes cansinos sobre su testuz se recrea el sol poniente, brillan las alas de las moscas en mil y un chisporroteo de colores, acosando con su vuelo ágil y su voraz osadía a la sudorosa pareja.


  16. El boyero grita: ¡¡ ia, ia !!. Maldice con su lengua infernal a los desdichados animales que obedecen en silencio. Sobre la carreta un monolito pétreo desciende lentamente.

  17. La Piedra ya no sonríe, razona, piensa, recuerda aquellos días tristes de esclavitud. Todo es distinto ahora las mañanas van sucediéndose y las carretas aumentando su número.

  18. Un buen día, suena un silbido penetrante que hace temblar su estructura. ¿Qué será? – se pregunta. Atisba el horizonte con mirada de águila al igual que las águilas anidan en sus cicatrices, y descubre boquiabierta, no muy lejos, una oscura y serpenteante cinta que se desplaza a gran velocidad y que lentamente va deteniéndose. Es el tren. Cargan el mármol y parte raudamente. 

  19. La era industrial llego a su amante pueblecito y la Piedra se siente satisfecha. A pesar de su vejez no es retrograda; recuerda el aleccionador pasado, pero, vive en el presente y hasta de vez en cuando, filosofa con las escasas aguas del rio, sobre el futuro. Pero, poco tiempo le dura a nuestra Piedra la alegría. Estalla nuestra fratricida Guerra Civil y se detiene el proceso industrial.

  20. Ya las carretas no la despiertan de mañana, ni le anuncian con su chirriar que se acerca el crepúsculo. 

  21. La Piedra no comprende la guerra, que también es suya. Escépticamente espera sesteando como siempre el desenlace. Los humanos son así, explico al rio, un día de primavera y no hablo más. 

  22. Pasó el tiempo inexorable y de nuevo las carretas volvieron a alegrar el alba, hasta que un día, una nube de polvo de extraño ruido suplió a la carreta: “camión” le llamaban los humanos. A la Piedra le pareció bien; ella siempre está abierta a toda información.

  23. La velocidad suplió a la pesada lentitud y las masas marmóreas, se iban desgranando como cuentas de rosario en manos de una vieja beata.

  24. El ferrocarril resoplaba henchido de mármol, y poco a poco, a los pies de la piedra fueron surgiendo fábricas industriales orgullo de ella que las contemplaba con singular ternura. 

  25. El pueblecito fue creciendo, convirtiéndose en industriosa ciudad, siempre arrullado por la piedra que velaba como centinela fiel todos sus pasos.

  26. La vida sigue su proceso y la pequeña ciudad apenas sufre en su fisonomía. Mas cierto día, empieza a surgir de su ostracismo y como por ensalmo empieza a cambiar su faz, se rejuvenece, sus calles se vuelven más amplias y acogedoras, y de pronto una noche surge esplendorosa entre las tinieblas. Con luz propia. La Piedra se emboba contemplándola, ¡Esto es imposible! -exclama- en mis muchos años de vida no he visto cosa igual. Le pregunta al rio y al viento del Valle, viajeros ambos eternos, y no aciertan a contestar. La sorpresa les invade también a ellos. 

  27. Llega el día, y atónita, nuestra querida Piedra comienza pulular en las márgenes del rio, muy cerca de ella, cantidad de humanos; pequeñas e incansables hormiguitas que con paciencia van construyendo unos tremendos muros y unas estupendas instalación para ellas desconocidas.

  28. La obra va creciendo y ella como espectadora privilegiada, en tribuna natural, observa atentamente. Un día unos chiquillos juguetean entre los recovecos de la Piedra, y esta se entera del nombre de la inmensa obra. Polideportivo le llaman; sus razones tendrán, piensa la roca y sigue vigilante.

  29. Su vista penetrante de águila le permite apreciar todos los pormenores, y un buen día observa con detenimiento y ve su rostro reflejado como un espejo en una pared interior; su emoción es inmensa. Lagrimas surcan sus mejillas. 
  30. Increíble vuelve a mirar y remirar. Se ve más joven; el artista me ha favorecido. Y ella coqueta peina canas con peines de viento amigo. Y puedo morir- filosofa con el rio- pero mi vida es aun larga. Aun puedo contemplar venturosos para mi pueblo.

  31. El rio desciende lentamente, con escaso caudal, celoso de la roca. 



  32. Dedicado a Don José Torres Sáez que escribió esta bonita historia de nuestra Piedra Ver de Olula el día 5 de septiembre de 1981 con motivo de celebrarse en Olula del Rio tercer dia de la Provincia por la EXCMA. DIPUTACION PROVINCIAL DE ALMERIA.  Juan y Pepita no os olvidan.
     

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