sábado, 30 de agosto de 2014

OLULA COMARCA____"FUEGOS DE LAROYA II"

                                 OLULA DEL RÍO

                                    (Comarca)


• Y el fuego arrasó esta tierra…
• Fuegos de Laroya 2ª parte.
• Título: “Los fenómenos paranormales”.
• Autor: Lorenzo Fernández.

Laroya es en la actualidad un pequeño pueblo, tranquilo, enlucido de cal y rebosante de alegría. Y es precisamente ese espasmo de sosiego el que no incita a pensar que allí se produjeron los macabros sucesos que ahora traemos a colación.

Aún no había caido la tarde. Los agricultores continuaban acariciando los campos de cultivo, arrancando vida de aquellas extensas y desérticas altiplanicies.

Pese a ello, la memoria popular aún guardaba en su seno la crónica de aquellos oscuros días…
-Buenas tardes, ¿se acuerda usted de los incendios del cuarenta y cinco?-

-Sí que me acuerdo. Yo fui el que acompañó a un periodista desde la estación de ferrocarril de Fines-Olula hasta los cortijos. ¡Me dio cien pesetas de las de entonces! Lo llevé en una mula por el río y los barrancos hasta lo alto de la sierra-.

El narrador expontáneo era Félix Franco, un anciano que, siendo un chaval transportó en su bestia a José Valiente, reportero del semanario donostiarra “Fotos”.

-Tuvieron que ser dos semanas horribles, ¿no es cierto?-

-¡Ja!, aquello duró casi dos meses-

-¿No ha vuelto nadie más desde entonces?-

-No, nadie, y de aquello hace ya cincuenta y cinco años-

Un agricultor nervioso y jadeante por la prisa vino a esquivar la incipiente narración de unos sucesos que este había vivido en directo…

-Este es Cayetano Domínguez. Seguro que le puede contar más cosas que yo porque él vivía en esos cortijos… (las páginas 147 y 148 faltan en el texto. Continúo con la página 148).

…Cayetano seguía a pie de cañón. Parecía negarse a abandonar a aquellos extranjeros que después de 55 años venían a perturbar su monotonía diaria, recatando del olvido unos sucesos que marcaron su infancia. El paisaje variaba a cada curva, a cada riachuelo atravesado…Acompañado de unos canes de apariencia más bien triste, Ramón pertenece a una generación de hombres curtidos por la soledad y la pobreza. No necesita para vivir más que lo puesto y sus cultivos. Y así es feliz. 
Lentamente, haciendo pausas que se me antojaron infinitas. Así inició el ansiado relato…

-Aquello fue increible. Las luces aparecían en el aire y dentro de las habitaciones. Las cosas se quemaban de arriba abajo. La Guardia Civil rodeó los cortijos, y un día fueron testigos 14 de ellos y un policía armado de cómo los fuegos salían de dentro de las casas, quemándolo todo y acercándose a las personas. Aquí había mucho miedo. Pensábamos que podíamos ser abrasados vivos en cualquier momento. Ardían los animales, los pesebres. Incluso a veces se veía el fuego en forma de chispa bajando del cielo-

-¿Se vieron también cosas extrañas en el cielo?-

-Pues sí, responden al unísono Cayetano y Ramón-. Se vieron unas bolas blancas, en silencio, que iluminaban todo como si fuese de día-

-¿En los primeros días de los fuegos?-

-Sí, se vio en todas las cortijadas: en Estella, en el Cortijo Franco, en Pitango, en Laroya,…Aquí, dentro de la sierra se vio también una figura rara. Nosotros le decíamos “el niño”. Surgió en aquellos montes-

-¿Un niño dice usted?-

-Sí, una figura. Al principio parecía una estatua, era como un esqueleto. Con los ojos muy grandes. Estaba envuelto en fuego, en luz. Algo muy desagradable. Era del tamaño de un niño pequeño. Pero de él salían luces. Volaba y flotaba. Nosotros lo vimos y otros que ya murieron. Luego empezó todo lo de los fuegos, justo después del niño, al que jamás volvimos a ver. En aquellos días todo fue muy raro, hubo gente incluso que dijo haber visto a los “marcianos”.

El enigma de los fuegos cobraba así una dimensión aún mayor. Si bien es cierto que en ningún momento aparecieron términos como humanoides u objetos volantes no identificados. Relacionar los fuegos de Laroya con ovnis era algo del todo imposible.

Manuel Medina y Antonia Ujaldón vinieron a corroborar lo que Ramón aseguraba instantes antes en su hogar:

-“¡Claro que se vieron más cosas en los cielos! Yo no lo había contado hasta ahora, pero os juro que en aquella época me sucedió algo muy extraño. Una noche iba atravesando el monte, recuerdo como si fuera hoy aquel “cacharro”, era como una luz blanca y potente. Igual que una estrella, pero mucho más grande. De repente empezó a bajar hasta que pasó justo por encima de mí. Los cortijos y el monte se iluminaron con su luz. Fue algo extraordinario. Volaba en silencio, era como una bola pulida que cruzó todo el cielo. Yo me quedé muy asustado. ¿Qué podía ser eso?”

Esa era la pregunta, ¿qué demonios tuvo en vilo a decenas de personas durante semanas?

La respuesta parecía estar en la niña María Martínez, “la niña de los fuegos”. Esta vez el “misericordioso” destino no lo fue tanto. María falleció años después “víctima de su propio yo”, que la indujo a ingerir sosa cáustica en un momento de desesperación. ¿Fue muy presionada psicológicamente más allá de lo que pueda tolerar una niña? ¿Por qué sus hermanos, llevados por la mano cruel de una realidad insoportable, también se suicidaron?

Con estas muertes el misterio alcanzó la categoría de mito, impidiendo que el mayor de los secretos fuera desvelado. ¿Sería para mantener la fascinación que este asunto ha despertado durante 55 años? Si así tenía que ser, nada se podía hacer ya…

Juan Sánchez 2.014

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